Unos magníficos ejemplos de arquitectura popular conforman un patrimonio abundante y de extraordinario valor, que en muchos casos forman parte del catálogo de elementos protegidos, como puede ser el caso del hospital de la Cruz o el Arco del reloj. Pero además, junto a este patrimonio edificado, la ciudad cuenta con un importante patrimonio arqueológico, que muestran el origen celtíbero de la ciudad y su relación con el pueblo vacceo que dominó estas tierras. De esta época data uno de los principales símbolos de la ciudad, el denominado "verraco", un toro de granito hallado en la ciudad y que, probablemente, sea el origen del actual nombre de la ciudad.
Del siglo XII (que a su vez cuenta con el Pórtico de la Majestad), rómanica y gótica. En la sacristía está el famoso cuadro de la Virgen de la mosca (siglo XVI), así como un Calvario de marfil único en España y una custodia de plata que estuvo en Londres hasta hace muy pocos años.
Fue construida en el reinado de Sancho IV de León y Castilla (1284-1295). Narra la vida de la Virgen, de Cristo y el Juicio Final. En la sexta arquivolta aparecen 18 músicos colocados en la línea imaginaria que separa el espacio entre la representación de la vida de la Virgen y la del Juicio Final, por lo que podría asociarse a uno u otro tema.
Es la edificación más antigua de la ciudad, junto con los restos de la primera cerca de la ciudad. Se trata de una arquitectura fortificada, construida en el siglo X, de forma rectangular con siete cubos macizos situados en las esquinas y en la parte media de cada lienzo, a la que se debería añadir una torre del homenaje demolida en el siglo XIX. El Alcázar es una construcción de cal y canto rodado, con sus caras chapadas de piedra caliza.
El denominado verraco es un toro de granito que fue hallado en la ciudad y que para muchos es el origen de su actual nombre. Algunos historiadores lo esgrimen para justificar que Toro fue el primitivo asentamiento vacceo de «Arbocala».
Es un edificio reconstruido en 1778 por el arquitecto de la corte Ventura Rodríguez en estilo barroco clasicista y que actualmente preside la plaza Mayor de la ciudad.
Conocida también como ermita del Cristo de las Batallas) de Toro (Provincia de Zamora, España) perteneció a la Orden de San Juan de Jerusalén, de ahí que a su consagración en 1208 por el Obispo de Zamora Martín Arias, asistiera el Comendador Mayor de la orden en León, Martín Sánchez.
La ermita posee una sola nave, cubierta con armadura de par y nudillo, más una capilla mayor rectangular con bóveda de cañón apuntado y ábside semicircular techado con bóveda de horno. En el exterior, el ábside presenta siete arquerías ciegas dobladas, en tanto que el tramo presbiteral contiene tres arcos en el costado de la epístola y dos en la contraria.
El interior lo recorre una doble arquería, la inferior doblada y que arranca de una banda de sardineles, mientras que la superior alterna arcos doblados con sencillos, rematados por un friso de esquinillas y cornisa de nacela.
Posee una espadaña de un cuerpo de dos vanos semicirculares en el lado del evangelio.
Las portadas de la ermita tienen tres arquivoltas apuntadas, la interior de doble anchura, que descansan sobre jambas con impostas de nacela. Trasdosan sus arcos dos bandas de ladrillo en vertical y un friso de esquinillas.
Puente sobre el río Duero
Es el más antiguo de los puentes que salvan el río Duero en las inmediaciones de la ciudad de Toro (Zamora). Se sabe que en 1194 la ciudad tuvo ya un puente de madera. La disposición del puente es paralela a la corriente del Duero. Es de suponer que cuando se construyó, la corriente tenía otra dirección, probablemente por el meandro que forma el río en las inmediaciones. Es en cierta forma similar en su disposición arquitectónica al puente de Zamora. El puente parece que unía el campamento romano de Villalazán con la ciudad, la antigua ciudad vaccea de Arbucala. A comienzos del siglo XXI no tiene uso.
El puente consta de veintidós arcos apuntados, fue edificado en piedra arenisca. Se encuentra cubierto con una calzada de grandes losas de piedra. En la Guerra de la Independencia el 2 de julio de 1812, durante la retirada de las tropas invasoras francesas, fueron volados dos de sus arcos, con esta acción pretendían evitar el paso de las tropas de Wellington. La mayoría de los tajamares son de planta semicircular, existiendo alguno de planta triangular.
Partido: primero de oro, un toro al natural rampante y alterado, segundo de plata, un león rampante de gules. Entado en punta de sinople. Al timbre corona real cerrada.
----------------------------------------------Uno de los principales símbolos actuales de la ciudad, el denominado verraco, un toro de granito que fue hallado en la ciudad por los repobladores cristianos en tiempos del Alfonso III de Asturias y que para muchos dio su actual nombre a la ciudad.
Más incierta es la presencia romana en la ciudad. El testimonio más evidente de esta época es el puente mayor sobre el río Duero, aunque su reconstrucción (casi por completo) de finales del siglo XII o principios del XIII han dejado muy pocos sillares almohadillados de fábrica romana. Los restos arqueológicos más abundantes fueron localizados en Tagarabuena, pedanía situada a un kilómetro de Toro. Las escasas huellas romanas, visigodas y musulmanas han llevado a que algunos historiadores defiendan que el primer asentamiento vacceo desapareció tras la conquista de Aníbal y que de existir alguna población, sería insignificante.
Leovigildo, rey de los visigodos, organizó en el año 573 una campaña contra los suevos, en la que estos últimos fueron derrotados en sucesivas ocasiones. El resultado final fue la sumisión del rey Miro a la supremacía visigoda, convirtiéndose en un federado de su corona. Además algunos autores indican que el rey visigodo también fundó «Villa Gothorum», la actual ciudad de Toro, a fin de usarla como baluarte contra los suevos y como lanzadera de la ocupación de lo que se denominó «Campi Gothorum» (Tierra de Campos). Sin embargo, otros autores defienden que dicha refundación no tuvo lugar y que la actual ciudad de Toro no fue ocupada en el período que va desde el abandono del primitivo castro celtíbero hasta su refundación en la época de la repoblación de finales del siglo IX, por lo que seguramente formó parte del denominado Desierto del Duero, que fue repoblado como bastión leonés.
El año 899 es conocido en la historia de Toro como el de la repoblación de la ciudad. Así lo atestiguó el cronista del rey Alfonso III de Asturias, el obispo Sampiro. La refundación, ya con el nombre de Toro, se realizó de la mano del infante don García con gentes de procedencia diversa, entre los que destacan grupos de mozárabes provenientes del sur (tal y como evidencian ciertas advocaciones de algunas parroquias y algunos fustes y capiteles de mármol) e incluso por mudéjares que en su mayor parte fueron mano de obra en la edificación de las diversas fortificaciones. Junto a ellos participaron gentes del norte, principalmente asturianos, vascones y navarros. A esta época pertenece la estructura primigenia de la ciudad y algunos de sus elementos patrimoniales más significativos, como son el primer recinto amurallado y el alcázar. La ciudad se concibió con las típicas características de las villas de repoblación de la época, potenciadas por su clara posición estratégica y defensiva entre los reinos cristiano y musulmán. Dicha posición estratégica le facilitó que adquiriera de forma rápida una notable relevancia, y con ello un importante desarrollo urbano.
La repoblación de Toro resultó imprescindible para la consolidación cristiana al norte del Duero. Como consecuencia, durante el siglo X recibió diferentes ataques de los gobernantes de Al-Ándalus. Sin embargo, las fuentes cristianas e islámicas silencian el nombre de Toro en relación a estas aceifas. Hacia el año 974, ya en el reinado de Ramiro III de León, Toro era considerada como cabecera de su comarca, el «Campo de Tauro».
A partir del siglo XII la ciudad se convirtió en un centro de poder político, religioso y militar. Su nuevo rol, supuso una notable transformación urbana, dado que los distintos centros de poder acapararon los espacios más representativos de la pujante ciudad. En este sentido, el poder militar se articuló en torno a la plaza del Alcázar, el poder civil municipal en la plaza Mayor y el religioso construyó a partir de 1160 la colegiata de Santa María la Mayor y se reservó el espacio público previo. Su creciente importancia aumentó de forma decisiva tras la muerte del rey Alfonso VII de León, también llamado «el Emperador», como consecuencia de la separación de los reinos de León y Castilla, reforzando su papel de plaza fronteriza bajo las políticas del reino de León. Como consecuencia, la ciudad creció con nuevos asentamientos extramuros que dieron paso a la construcción de una segunda cerca, la «cerca del arrabal», que fue iniciada hacia el 1208, ya bajo el reinado de Alfonso IX de León.
Con el siglo XIII se inició la etapa de mayor esplendor de la ciudad de Toro, en la que la sociedad civil se centró en la actividad comercial, abandonando progresivamente la militar. Se considera que el detonante de esta tendencia fue la promulgación del primer fuero de la villa, otorgado en el año 1222 por Alfonso IX de León. Este hito supuso el despegue de algunas de las actividades que sustentan actualmente la economía toresana, como son la horticultura o el viñedo. Durante esta época el poder religioso mantuvo su cuota de poder (debido a los notables beneficios económicos que aportaba a la monarquía), la nobleza se posicionó en un protagonismo de primer orden y se implantaron las instituciones civiles del alcalde o el juez. Como consecuencia, la ciudad de Toro fue escenario de numerosos acontecimientos y sucesos históricos. De esta época destaca la figura de María de Molina, precursora de algunos de los principales monasterios de la ciudad, como el de San Ildefonso o el de Sancti Spiritus el Real.
En el siglo XIV se desarrolló aún más la actividad comercial y artesana en Toro. De esta forma, se creó una diversidad de oficios y actividades que se agruparon por gremios en calles (de Hornos, Candeleros, Odreros o la Plata) y plazas (de las Uvas, de la Paja o de Bollos). El impulso económico también contó con el respaldado de la corona, al conceder al concejo de Toro una feria franca que se celebró en los quince días siguientes a la virgen de agosto y que actualmente se conoce como «Ferias y Fiestas de San Agustín». Este notable empuje económico dejó su impronta en la estructura urbana de la ciudad, siendo su mejor ejemplo los numerosos monasterios, conventos, hospitales y viviendas señoriales que se construyeron.
A finales de la Edad Media la ciudad era uno de los principales núcleos urbanos de la Corona de Castilla, por lo que formó parte del grupo de dieciocho ciudades que podían enviar procuradores con derecho a voto en las Cortes de Castilla, estatus que fue germen de la posterior provincia de Toro. Esta fue una época en la que se acusó una cierta pérdida de poder de la corona en beneficio de la nobleza. En este contexto, la posición estratégica de Toro terminó situándola en un primer plano de la Guerra de Sucesión Castellana, siendo finalmente escenario de la batalla de Toro el 1 de marzo de 1476 entre los partidarios de la princesa Doña Juana (llamada por sus adversarios «la Beltraneja»), y los seguidores de su tía y futura reina Isabel (conocida como «la Católica»
La expulsión de los judíos de España de 1492 afectó de lleno a Toro que contaba con el barrio de la Judería en la zona este de la ciudad. En 1505 se reunieron en Toro las Cortes de Castilla para cumplir con dos importantes hechos: confirmar el testamento otorgado por la reina difunta, por el que se proclamaba reina de Castilla y heredera de todos sus reinos y tierras a su hija doña Juana (que con ello pasaba a ser la reina Juana I), y se promulgaba un ordenamiento conocido como las Leyes de Toro que habían sido redactadas poco antes del fallecimiento de la reina Isabel. Las Leyes de Toro se promulgaron el 7 de marzo de 1505 y recogen un total de 83 leyes que resolvían múltiples cuestiones relacionadas especialmente con el derecho civil.41920
El inicio del siglo XVI fue convulso, siendo un claro ejemplo el levantamiento armado de los comuneros y la consiguiente guerra de las Comunidades de Castilla. Durante este conflicto Toro se unió a las filas comuneras, aunque sin incidentes como en otros lugares. Y extrañamente, la ciudad contó al principio de la revuelta con dos corregidores: el doctor Valdivielso, nombrado por los comuneros, y Carlos de Guevara, que intentaba en lo posible vigilar que la situación de la ciudad no se le fuese de las manos. Finalmente, este último debió abandonar Toro el 15 de enero de 1521, en el plazo de una hora, bajo la amenaza de ser condenado a muerte.
La bonanza económica se ve truncada a principios del XIX, especialmente tras la división territorial de España en 1833, en la que Toro pierde la capitalidad de provincia y pasa a integrarse como una localidad más de la provincia de Zamora, dentro de la Región Leonesa. La situación de declive se ve acrecentada por los diversos brotes de plagas en las cosechas y las excesivas cargas tributarias a las que estaba sometida. El estancamiento del sector primario dará paso a una sociedad basada en el comercio y la industria, junto con la aparición de algunos elementos más característicos de la ciudad moderna, como la travesía de la carretera Zamora-Tordesillas, que supuso una mejora sustancial de la comunicación de la ciudad y que posteriormente se vio complementada con la llegada del ferrocarril y la construcción del puente de hierro. De esta época son también los primeros grandes espacios públicos contemporáneos -como la plaza de San Francisco o los Paseos del Carmen y del Espolón- y nuevos equipamientos como el cementerio, el mercado, el teatro Latorre o la plaza de toros, entre otros.
La descrita situación de declive, en comparación con la grandeza pasada, fue recogida por el francés Alexandre de Laborde en 1809 en su "Itinerario descriptivo de las provincias de España" (traducida al español en 1816), donde daba la siguiente descripción de la ciudad: Toro, ciudad situada en el extremo de una llanura sobre un collado eminente por cuya falda pasa el río Duero. Contiene 21 parroquias, 14 conventos de ambos sexos, 3 hospitales, y algunos quarteles, todo lo qual manifiesta la grandeza que tuvo en otro tiempo, hallándose en el día reducida a unos 7500 habitantes. Sus calles son hermosas; pero hay poca policía. Tiene 4 puertas principales, y un delicioso paseo llamado el Espolón. Esta ciudad se hizo célebre por haberse formado en ella las famosas Leyes llamadas de Toro; y por las cortes que en ella se han celebrado muchas veces. No lo es menos por la completa victoria que en sus inmediaciones consiguió D. Fernando el Católico contra Alfonso Vº rey de Portugal, en el año 1476.
A mediados del siglo XX se inicia una nueva etapa de recuperación económica, derivada en gran medida de la llegada de los canales de riego -canales de Toro y San José- y la consiguiente optimización de los regadíos. Surgen las primeras estructuras industriales importantes relacionadas con la agricultura, como los silos del Servicio Nacional de Trigo, la Azucarera o la Granja Florencia. Por el contrario, durante esta centuria se produjo la decadencia ciertas actividades económicas tradicionales como la alfarería, de las que llegaron a coexistir hasta treinta alfares a comienzos de siglo, siete tras la Guerra Civil y una durante las últimas décadas del siglo y hasta su desaparición en la primera década del siglo XXI. También se construyen las primeras promociones de vivienda -obra sindical- y con ellos los barrios de Eusebio Rebolledo, Francisco Temprano y el Carmen, junto con los primeros equipamientos periféricos. La pérdida de funcionalidades del centro histórico conlleva su última transformación, adaptándolo a un papel más asociado al de recurso turístico y comercial.
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